domingo, 30 de junio de 2019


Por fin fui a Caño Cristales

Desde el año 2013, había tratado de ir a Caño Cristales, pero no me respondían a los correos, o asuntos de seguridad en la zona, no dejaba que el viaje cuajara y solo hasta el 2018 (septiembre 10), pude lograr viajar a este destino, que contacté desde tempranas fechas del año, porque solo hay viaje de julio a noviembre; hay que hacer reserva con tiempo y un amigo que tengo de hace muchos años, quien vive en Alaska, tenía deseos de ir y vi la oportunidad de aprovechar la compañía. Correos electrónicos para acá y para allá, averiguando diferentes tours y asuntos relacionados con el viaje. Debo decir que no averigüé con varios operadores, porque mi amigo tenía la información de una prima, que había realizado el viaje con antelación, y dado a que hay tanta estafa por parte de inescrupulosos con agencias de viajes ficticias, tomé como opción esa. Después me di cuenta que existen diversos operadores, con diferentes hoteles, planes y tours para ofrecer, un poco distintas a la opción que tomé.
El vaucher que me enviaron, me pareció rarito. El escudo de la empresa se ve muy pixelado, y hace que uno dude de su veracidad.

Los correos inicialmente, no fueron respondidos, y luego contacté a otra persona, Ewa, quien me asesoró e informó todo el tiempo, sobre el proceso para comprar el paquete.  Me envió todo lo relacionado con el viaje, las precauciones, el tipo de ropa, cuándo salía, cuando regresaba, lo que incluía el pago del viaje, y cómo debería ser pagado. La exigencia de la vacuna contra la fiebre amarilla y las actividades que realizaríamos.
Caño Cristales es un sitio que queda en el Departamento del Meta. Se llega al municipio de La Macarena en donde se encuentran buenos hoteles. También tienen varios operadores, encargados de los diversos tours, incluyendo el servicio de los pasajes aéreos. Son vuelos charter. Salen de Medellín, Cali y Bogotá. Hay tours de tres o cinco días. Entre los planes hay, visitas a fincas llaneras, en donde le ofrecen a uno desayuno, almuerzo o comida, según el plan que se tenga, es decir, un amanecer, cabalgata, o atardecer. Más o menos una inversión de unos 665,71 USD, para cinco días, y obvio, más barato para tres o cuatro días. Allá hay que pagar tours extras.

La Macarena, se ve que está en crecimiento y se encuentra de todo. Muy amables. Aunque mi operador dejó de cumplir con unos puntos que estaban establecidos en el contrato.

Luego de loliar con todo esto, le informo a mi amigo, que ya estaba todo listo, que si podríamos viajar en septiembre, pero me comenta que él ya ha invitado a alguien más a quien había acaba de conocer por internet y dice estar “tragado” de ella, a lo que decidí viajar sola. No quedaba bien dañarle el parche con la señora, o yo quedar de violinista.
Empecé a comprar botas de agarre, protectora de tobillo y resistente al agua, pues había que caminar por el agua, la selva, la roca y la arena. Camisetas de color claro manga larga, pantalones tipo sudadera de tela impermeable, pues a veces tendría que caminar por agua que llegaba a la cintura, pero finalmente no me tocó esa altura. Supongo que no habría llovido mucho o no usamos ese tipo de rutas.

Para la cámara tuve que comprar un estuche protector, pues es época de lluvia. De hecho, como ya lo mencioné, allá no se puede ir sino es entre los meses de julio a noviembre, que es la época en que se ve más linda la “macarenia clavigera”, planta acuática, endémica de La Macarena.

La salida desde Medellín a La Macarena, se haría desde el aeropuerto Olaya Herrera, así que estuve juiciosa desde las 6:45 a.m. Había que estar en la oficina de Aero Servicios VIP, a las 7:00 a.m. (al frente de Sanidad Aeroportuaria). Allí me esperaría la coordinadora Zorayda, para realizar el debido proceso de abordaje. La hora programada del vuelo era las 8:00 a.m., siempre y cuando no hubiese problemas con el clima. El peso permitido en esa ruta es de 10 kg en bodega y 5 kg en el equipaje de mano. Pesé con juicio mis maletas, antes de ir.

Llegué al aeropuerto y casi nadie sabía darme respuesta de en dónde quedaba sanidad, pero ningún paisa se vara, así que di por fin con el lugar. El sitio de la agencia, estaba cerrado. Solo había sentadas dos señoras, con un maletín pequeño. Luego llegaron otras dos viajeras. La agencia seguía cerrada. Llamé a uno de los números que me habían suministrado a preguntar sobre el por qué no se veía a nadie, y qué había sucedido.

Informan que el vuelo saldría a las 10:30 a.m. que si era que no nos habían avisado, a lo que dijimos todas que no. Ni por whatsapp, ni por correo. Preguntaron nuestros nombres, y nos enviaron a tomar el desayuno pagado por ellos, en el segundo piso. Luego nos enviaron a hacer fila a las diez pasadas. Allá si había cantidad de gente, listos con sus morrales. Nos dividieron, nos pesaron con el maletín de mano y nos dieron un pasa bordo de color verde para unos y otros de color azul. Perdimos cuatro horas, porque terminamos saliendo a la 1:00 p.m.  Nos informan que entonces saldríamos también tarde al retorno, para compensar esas horas, cosa que no fue cierta.

Pidieron cédulas y/o pasaportes, para los extranjeros. Subimos al avión, nos ofrecieron unas galleticas de mantequilla al subir las escalas. Llegamos por fin a La Macarena, vuelo directo chárter, al Aeropuerto Javier Noreña Valencia, un aeropuerto de carácter regional. En el avión SEARCA cabíamos unas 18 personas, 20 con los pilotos. El vuelo estuvo bueno. Se ven los ríos, y las diferencias geográficas de nuestro bello país.
Bajamos las escaleras, y los morrales y maletas, las bajan a una zorra tirada por un caballo. Me acordé de Capurganá. Pagamos el ingreso a La Macarena, la tasa aeroportuaria de La Macarena (6.000 pesos/persona). También pagamos el impuesto de ingreso al municipio de La Macarena (nacionales colombianos: 26.041 pesos/persona; extranjeros: 39.062 pesos/persona).

En La Macarena, nos iba a encontrar el coordinador logístico el señor John Fredy Mora, quien tendría todos los permisos y nos presentaría a la ecoguía, pero llegó otra persona, sin la guía. Nos recibieron en una camioneta blanca cuatro puertas, buena, y nos llevaron primero a almorzar, a la finca del Sr. Omar. Un señor joven, ya abuelo, pues allá se casan supremamente jóvenes. El común en la zona, muchachas de 19 con dos o tres hijos ya. Nos dieron una sopa rica, ensalada, plátano maduro, pescado amarillo (típico de la región) y limonada. Había unas hamacas y sillas, para que uno se sentara o acostara, si así se quería, mientras llegaban por nosotros, para llevarnos a Cormacarena a una charla sobre el comportamiento que deberá tenerse al ingreso al Parque Nacional y luego al hotel. La finca, muy limpia, tenía cebúes, caballos, ovejas, gallinas, muy titinas… y se nos informa que también recibe a gente allí, para estancia. Don Omar nos sacó un cebú, inmenso, para que nos montáramos en él… con un sombrero y una ruana… le da uno susto. ¿Cuántas personas se habrán puesto estos trajes? En fin que me subí y me tomaron varias fotos y también le dimos tetero, a una ovejita que la mamá había rechazado. Estábamos juntos los que seguiríamos por todo el tiempo en el combo. Dos rusos que vivían en Israel, Irina y Leonid, una francesa, Anne, y Luly, una cartagenera de nacimiento, pero isleña de corazón. Allá vive y trabaja. Luly era una de las que había llegado temprano conmigo al aeropuerto Olaya Herrera. Las otras dos chicas quienes estuvieron en el aeropuerto de Medellín, quedaron en otro grupo, con otro guía. Descansamos un ratico, nos dieron limonada y luego llegó otro transporte por nosotros.

Llegamos a las instalaciones de Cormacarena, para realizar una capacitación (Corporación para el Desarrollo Sostenible del Área de Manejo Especial La Macarena) que es obligación hacerla. Ellos también cobran otro impuesto gubernamental (nacionales colombianos mayores de 65 años: gratis; nacionales colombianos mayores de 25 años: 59.682 pesos; nacionales colombianos menores de 25 años: 43.797 pesos; nacionales colombianos menores de 12 años: 28.297 pesos; extranjeros de los países de la CAN: 59.682 pesos; extranjeros de los demás países: 91.067 pesos).



Vimos el video, nos dieron explicaciones del tipo de recipiente que se podía llevar y que en los hoteles nos llenarían nuestras cantimploras, por un dinero ($2.000). Debe ser de botellón, pues el agua allá no es potable. Firmamos una planilla, con nuestros datos básicos, nos pusieron un brazalete de visitante, de color amarillo para los extranjeros, blanco para los colombianos.

Luego nos llevaron al hotel La Cascada, me asignaron la habitación 203. Nos explicaron que allá nos llenarían en la mañana el botellón de agua para las caminatas, que también nos podían lavar la ropa, pues allá no se podía lavar en el baño. Costaba $2.000. Estaba prohibido lavar dentro de los baños la ropa. Escalas un tanto peligrosas para mi gusto, pero subía y bajaba tan cuidadosamente como podía, pegadita a la baranda de cemento, paredes blancas y puertas en madera. Sábanas limpias y baño limpio, pero las llaves del lavamanos estaban sueltas. Era cuestión de arreglar unos tornillos. Ambas llaves mal… en fin, para uno es duro, acostumbrada a arreglar todo lo que esté dañado y más cuando se ha sido jefe de mantenimiento, como es mi caso. También he visto a una señora cucaracha inmensa, que aunque sé que estos animalitos son limpiadores de bosques … casi mi muero…

El aire acondicionado se pagaba aparte, $20.000 por día, pues el calor es tremendo allá. El televisor de pantalla plana, colgado a la pared en la parte superior de la pared. Solo se cogían los canales de Colombia, uno que otro de Perú, otros cristianos, y alguno de películas.  

Ya ubicada en la habitación, saqué toda mi ropa y organicé todas las cositas que tendría por usar.

Nos dijeron que a las 7:00 p.m. nos encontrábamos en el hall del hotel, para explicarnos en donde comeríamos y allá la guía nos explicaría que ropa usaríamos para el siguiente día.
Fuimos al restaurante, y a pesar de habérselo informado con antelación a la agencia de viajes, qué tipo de comida le gustaba, o podía digerir, en el comedor, las personas que atendían, no tenían claro el asunto. Anne era vegetariana, y ha sufrido mucho, pues era escaso lo que le podían ofrecer, a Leonid le gustaba el picante, y siempre estaba el frasco, prácticamente vacío, pero no le traían otro.

Llegó la guía, Nilsa, muy bella gente, de muy buen genio y dispuesta a ayudar siempre. Nos explica qué tipo de ropa deberemos llevar puesta para la primera jornada. Vamos a Cristalitos. Debemos ponernos el vestido de baño y el pantalón de tela impermeable, botas de agarre y camiseta de manga larga y obviamente una buena gorra para proteger del sol y que no olvidáramos el pote de agua. Nos explica que no podemos llevar ningún tipo de elementos químicos, como antisolares o insecticidas, que a la entrada al parque natural nos revisarán y nos los podían quitar.

Cenamos, carne asada, con plátano, ensalada y sopa. Jugo de tomate de árbol, muy aguado. Luego al hotel y a dormir, no sin antes dejar lista la ropa para el día siguiente. Nos encontraremos en el restaurante a las 7:00 a.m. para desayunar. El sitio quedaba a dos o tres locales del hotel. Eran de la misma familia, el señor de la agencia, la dueña del hotel y la dueña del restaurante.

Llega el primer, día de salida, segundo de mi llegada (09-11). Listos a las 7:00 a.m. Ofrecen caldo de pescado, queso, huevo, pan, café, chocolate, arepa. Así que tomé chocolate, y arepa con queso. Luego al hotel, lavada de dientes y a salir para el puerto, con el pote de agua, las cámaras, el snorker, la toalla y algunos llevaron los zapatos para caminar dentro del agua. Me arrepentí de no haber llevado los míos.

Caminamos unas tres cuadras, para llegar al puerto por la Estación de Gasolina La Borágine, (con B, no sé por qué) y tomamos una lancha “La Caracolita”, no sin antes ponernos un chaleco y ajustar los tres broches. Iniciamos pues, la travesía por el río Guayabero. Nilsa, nuestra guía, estaba pendiente de irnos hablando de la vegetación y de la fauna, hacía devolver, parar o bajar velocidad al lanchero, para que viéramos los diferentes pájaros, iguanas, micos, que iban apareciendo en el camino. Luego nos señaló una parte alta, en donde dijo que subiríamos. A mí me pareció lejísimos y dije, “eso está como a tabaco y medio”. Fueron unos 20 minutos de recorrido en lancha, luego nos bajamos y yo asustada por mis tobillos, pero había llevado bastón, confiaba en que subiría. Todo el rato le hablaba mentalmente a mi papá. Llegamos al puerto en la rivera opuesta y subimos hasta una casa, que tenía como un kiosko (también escrito quiosco), en donde se encuentra uno de los guarda parques. Había un juego de rana. Ahí toman lista, Nilsa es nuestra representante y el guardaparques, le da el permiso para el ingreso. Hicimos ejercicios de calentamiento. El día estaba húmedo y más bien lluvioso. Iniciamos camino hacia arriba, con cierto ángulo de dificultad, yo diría que entre los caminantes, sería uno de nivel 6. Vimos nacimientos de agua, cuevas, mucho verde, selva para todos los lados, murciélagos, nidos de pájaros, hormigueros inmensos, pero afortunadamente Nilsa llevaba un ritmo suave y no había manera de cansarse mucho. A veces me sentía alcanzada de la respiración y ponía mucho cuidado a todo lo que pisaba, pues no quería estar de nuevo enyesada. Sabía que las caminatas podían durar entre dos 2 a 6 horas, así que tenía que cuidarme. Apenas era el primer día de recorrido.

En la zona, hay varios pisos térmicos que le permiten tener variedad endémica en fauna y flora. Dentro de la fauna se pueden encontrar osos hormigueros, tigres, jaguares, nutrias, pumas, venados de cola blanca, monos como el lanudo, o el aullador, unas 500 especies de aves, como mil y punta de especies de insectos, reptiles, anfibios, unas tortugas preciosas… mucha fauna amenazada que se encuentra en vía de extinción y existe otra sin inventariar; en flora, como es una selva húmeda, con piso térmico cálido,  heliconias, árboles inmensos como de 30 o 40 metros de altura, follajes cerrados, con bejucos y lianas, aunque también se ven arbustos y palmas. También hay gran diversidad de orquídeas, y flores endémicas.   

Llegamos hasta la parte más alta, “El mirador” de la Sierra de La Macarena PNN (Parque Nacional Natural) Tinigua, en el área de manejo especial, nos informa Nilsa, que allí había habido una emisora y había sido un punto estratégico para vigilar la zona, pues se ve todo el llano con su selva plana, pero también se ven peladeros, en donde se ve la presencia humana, tristemente invadida la selva, pero se veía en todo su esplendor, el río Guayabero. Había vegetación negra, pues hacía unos meses, había habido un incendio, pero la naturaleza es preciosa y estaba floreciendo nuevamente, cual ave fénix. Allí se veía hermosa toda la vegetación y hay unas flores blancas muy bellas, llamadas vellosias.

Seguimos nuestro recorrido por un pasto con florecitas amarillas, blancas, moraditas y por fin llegamos al río Caño Cristales, casi en sus inicios, se veía como una quebradita, Cristalitos, nos dijo Nilsa que se llamaba. El agua del rio Caño Cristales es completamente cristalina y va a desembocar al Río Guayabero. Los recorridos de este parque, las establecen ellos allá, de acuerdo a los grupos de viaje que estén en la lista, para no toparse en el camino. Hay unos más largos que otros y hay unas guías de madera, marcadas blancas, para ello. Sin embargo, los siete colores como tal en el río, no lo son, pues solo la planta macarenia, es la del color fuerte, los demás colores se dan gracias a la física, a la refracción, pues se refleja el cielo azul sobre la superficie del agua, y las rocas que tiene el rio en su cauce, que son más bien ocres, con el sol y el agua, se tornan verdes, amarillentas y naranjas.

Descansamos un ratico, tomamos fotos y luego cogimos camino, río abajo y encontramos un espacio muy bello, libre de la matica fucsia, en donde nos dejaron meter al agua. Es por eso que uno sale solo con un pantalón, camiseta, el vestido de baño, medias y zapatos para caminar. Los guías nos cuidaban la ropa, mientras nos metíamos al agua, deliciosa, fría, apenas para ese calor de la zona.

Salimos del agua, a caminar de nuevo, y buscar la finca en donde almorzaríamos. Muy limpia, con sillas de madera y plásticas, juego de ranas, baño limpio y hamacas. También tenía unas gallinas muy gordas y lindas. También había una zona de conservación para las tortugas de río del género podocnemis, con unos criaderos muy bien tenidos.  Almorzamos, descansamos y tomamos camino para llegar a un puerto en donde una lancha nos llevaría de nuevo a la ciudad.

Llegamos a la Macarena, y me fui a caminar por la ciudad. Uno debe salir del Parque natural antes de las 5:00 p.m. y  es por eso que uno tiene prácticamente un buen rato para caminar y conocer con sol aún. Allá están tratando de implementar la energía solar y el parque está siendo iluminado con ella. La iglesia preciosa, y en la actualidad, hay mucho ejército: naval, aéreo y terrestre.

Ya en la noche, nos llevaron al “Parrandón llanero” en donde cantaron, bailaron, y nos sirvieron carne asada. Cantaron con sus arpas, capachos, un cuatro y un bajo. Bailaron unos niños, muy bien presentados, y ensayados. También una pareja de grandes. Los guías se encargan de las mesas con su grupo que están dirigiendo. Luego nos invitaron a bailar, en donde terminé bailando un joropo, porque ninguno de mi mesa quiso salir.


Tercer día (09-12)
Se inicia el tercer día, con la salida por otro puerto. Nuevamente caminar hasta la lancha, postura de chalecos, tomar río abajo, llegar al punto de control, revisión de bolsos, llamada a lista, y a montar en un campero para atravesar una de las trochas llaneras. Es más o menos una hora. Llegamos al control militar. Están construyendo un albergue muy lindo en madera. Alguien me comenta que ya existía, pero la guerrilla lo había incendiado. Hay mucho soldado, muy jóvenes casi todos. De ahí, hacemos nuestro calentamiento y tomamos una de las rutas para caminar hacia el río. No sabría decir cuánto tiempo era, pues no llevaba reloj conmigo y celular, menos.

Caminamos por rocas, cascajo, llegamos a un puente hecho en madera. Caminé por la ribera del pequeño río y me dice Nilsa, que tenga cuidado que no está permitido pisar la macarenia. Sin embargo, la niña se fue un tris más allá, y zuas, al agua.  Por ahí estaban los guarda parques… ellos vigilan que los turistas no cometan infracciones en los parques. Uno de los guarda parques, estaba en la zona de los llanos, pero era de la zona andina. Tienen un uniforme similar, solo que el escudo que los identifica es diferente. Muy queridos los muchachos. Deben tener un excelente estado físico.

Pasamos unos dos o tres puentes de este tipo, realizados en madera inmunizada. En la época que fuimos, no estaba muy grande el caudal y realmente no sé si fue afortunada o desafortunadamente.

Llegamos a la Cascada de la Virgen. Muy hermoso el sitio. Nilsa nos llevó bananos para comer. Las cáscaras hay que llevarlas de nuevo a la ciudad. No se pueden dejar allí, puede contaminar el medio ambiente. El río allí es mucho más caudaloso. Hay una placa de un militar quien falleció allí: Luis Carlos Toro Londoño.

Tomamos fotos y de nuevo a caminar. Pasamos por un sitio lúgubre, muy grisáceo y escasamente un chorro de agua… casi ni se ve correr, parece que va por cuevas. Imaginaba el sitio como para una película de terror, o de invasión de extraterrestres.
Por fin llegamos a un sitio para meternos al agua… una hermosa piscina natural. Muy grande. Nos quedamos un buen rato allí. Nos vestimos, y a caminar a la finca, en donde encontraríamos nuestro almuerzo. Estaba dentro de una bolsita azul, había tamal, papitas, pastas, en fin, mucha comida para mi gusto, pero igual había que comer, pues el camino era largo y teníamos que volver a la lancha. La finca, muy limpia y allá se conseguía gaseosa y agua fría. Es raro que a uno no lo dejan llevar botellas y allá si las venden. Sin embargo, uno paga lo que sea por tomar esa gaseosa fría. Ah! Siempre había gatos y perros… casi siempre tirados en el piso por el calor.

Tomamos de nuevo camino y llegamos de al río, para volvernos a zambullir, en otra hermosa piscina natural. Salimos y caminamos hacia la lancha.


Nilsa, nuestra guía
Ya en la noche, luego de llegar a la ciudad, pagamos para ir a ver el atardecer, nos suben a un cerro alto, y tristemente vimos un gran incendio. Sin embargo, el atardecer, estuvo hermoso. Ese tour, hay que pagarlo aparte.

Día cuatro (09-13)
Desayunamos, y nuevamente a la lancha. Todas tenían unos nombres muy simpáticos. Fuimos entonces al Puerto Los Mangos. Allá revisan el maletín, porque no se puede usar dentro del parque natural, ni crema de manos, ni bloqueador solar, ni jabón, ni desodorante. Es necesario ponerse camisetas de manga larga, y pantalones impermeables, pues hay que caminar por selva, o por roca, o por tierra, y es probable que se rayen las piernas o los brazos. Nos llaman a lista, los que están a cargo de Nilsa. Hay un señor que alquila bastones. Suerte que llevé el mío.

Tomamos la camioneta, pasamos por caminos amarillos, naranjados, y hasta petróleo vimos en el piso. No se cuánto tiempo invertimos en auto, carretera destapada, para llegar al retén militar.

Hicimos nuestro calentamiento, y a caminar. Es en subida, no muy fuerte el ángulo. Muchas flores, plantas bellísimas y a conocer otro espacio del Caño Cristales.

Llegamos a un sitio muy hermoso, y Nilsa nos explicaba que había una leyenda sobre el color rojo del río,  que solo tiene por seis meses ese color, y dice que una india de la tribu Tinigua, fue castigada porque la casaron con un tipo que no era su amado, sin embargo ella se embarazó del amado, y fue condenada a tener la menstruación por seis meses seguidos, de ahí el color rojo del río.



Nilsa siempre nos iba contando leyendas e historias de las zonas que recorrimos…
Seguimos caminando y llegamos a un sitio que ya habíamos transitado, pero llegamos desde otro ángulo. Tomamos camino por un sitio muy selvático y piso muy rocoso, vimos una culebra. Yo preferí no acercarme, pues les tengo mucho, mucho respeto. Llegamos a una gran piscina, muy profunda, y uno se podía tirar desde una piedra alta, pero yo preferí bajar, para poderme meter al espacio tan espectacular. Hermosísimo ese sitio. Luego nos fuimos a almorzar a otra finca llanera y como había estado con una taquicardia, vi a unos chicos de la defensa civil y un paramédico de APH (atención prehospitalaria), me iban a atender, pero les dije que solo sentía algo complicado al respirar, pero que si me veía mal, les decía. Como tenía una gorra con el escudo de la Universidad mia, pues el paramédico se animó mucho, pues él es de APH de allá y se sintió cerca de la U. Almorzamos y arrancamos a caminar, luego de descansar un ratico. Cuando íbamos bajando al puerto, subía una de las camionetas, por unos sitios que no están permitidos, pero me dijo el conductor que era que una señora se había caído de un caballo y estaba en embarazo y en esos casos, si podían entrar al sitio en auto. A la bajada, venían con el paramédico y alguien de defensa civil, con la señora. El cuento es gracioso, porque el chico pensó que yo era médica, y decidió que fuera al lado de la enferma. Yo no sabía esto, pero de todas formas, le pregunté cómo se sentía, le preguntaba sobre ciertos asuntos, y quedó como si fuera una conocedora del tema, que aunque soy de la Brigada de Emergencias, pues un tema tan delicado como ese, no es de mi conocimiento el tratarlo. De todas formas nos sirvió mucho, porque estaba haciendo un sol tremendo, y nos llevaron en el auto a todo el grupo, para acercar a la señora a la lancha. Cuando llegamos ya había una enfermera y le informé la anamnesis que le había logrado sacar a la señora.


Nos fuimos en otra lancha, y me fui a caminar por la ciudad, vi a muchos niños ensayando sus bailes típicos, fui por el aeropuerto y vi al señor que hizo la escultura de los militares, que le estaba haciendo mantenimiento. Me explicó cómo la hizo y qué significaba cada elemento.

Quinto día.(09-14)
Esperábamos sembrar el árbol, que estaba dentro las actividades que teníamos programadas en el tour, pero no se dio, y nos llevaron temprano al aeropuerto, para salir a las 10:00 a.m. Eso no me gustó, pues no se cumplió con lo prometido.
Ya de regreso, llegué a casa, a cuidarme porque me quemé muchísimo la piel. Hasta quemadura de segundo grado me hice en las manos.