lunes, 16 de mayo de 2011

Mi vida en la feria de las flores

Sección, de Historias y otros cuentos

Boletín Informativo – De la Facultad de Medicina, Universidad de Antioquia

Edición 103

Agosto de 2006

Desde que tengo conciencia, la Feria de tas Flores, ha sido un motivo de alegría y compromiso en casa pues se ha trabajado arduamente con las manos por ella.

Todo empieza en 1960, cuando mi padre trabajaba en el Club el Rodeo y el señor Arturo Uribe Arango, tuvo la idea de que los silleteros hicieran un desfile por las principales calles de Medellín, así como lo hacían normalmente cuando vendían sus flores por los barrios de la ciudad.

Para los que no lo vivieron, ellos ofrecían su mercancía transitando por la ciudad con sus silletas, las que ahora llamamos “tradicionales” que consisten en poner gajos de flores: aquí las margaritas, allí las cecilitas, más abajo las siemprevivas y así llenaban toda su silleta, que antes, cuando los conquistadores españoles aún existían en nuestras tierras, eran sillas que se utilizaban para llevar a los enfermos, matronas y señores. Así nuestros campesinos, los arrieros, se colgaban el cinto en la frente y transportaban a dichas personas. Luego, esa práctica de llevar a los “señores” se convirtió en un sitio de privilegio para las flores.

Con el tiempo, el desfile fue tomando fuerza y a los silleteros les pagaban con aguardiente y con una que otra “chuchería” para las casas y los premiaban con una especie de moños hechos en cintas.

Una vez llega don Arturo y le muestra a mi padre unos moños para que él le imprimiera los distintos puestos y así pudieran escoger las mejores silletas. Estas cintas consistían en lazos colgantes de diversos colores y muy cortas. Así que mi padre, que era buenísimo para el screen (impresión a mano en plancha de seda suiza), le llevó a mi madre la muestra y ella, a su vez, diseñó algo lindo y desde allí empezaron a hacer las cintas para el desfile de silleteros.

En esa época, se hacían en screen que no es como ahora, pues las letras se cortaban a mano, en un material que se traía de Europa o de Estados Unidos; su nombre era el profilm y se cortaba con un bisturí. Papá era excelente cortando el dibujo que le pusieran. Fue uno de los pioneros del trabajo en screen aquí en Medellín.

En casa, todas las cintas se hacían a mano y aun se continúa con ese proceso y se les dice “gallardetes”. Así pues, cuando se vieron las primeras cintas, vinieron otras ferias, con banderolas y cintas para premiaciones como el Fondo Ganadero, ferias equinas y ganade­ras, exposiciones caninas, con la señora Ligia Maya y las cintas de premiación de la Socie­dad Colombiana de Orquideología. Esto era un trabajo familiar, en donde todos colaborá­bamos y la casa se llenaba de telas impresas y Eloisa, mi mami, en la máquina de coser, dale que dale... era un buen trabajo.

Los gallardetes de la premiación para los sille­teros y las cintas de premiación de la Sociedad de Orquideología, seguimos haciéndolos en casa. Es casi una institución en nuestro hogar y ni cobramos lo que realmente cuestan, pues es más el orgullo de ver una cinta puesta en una silleta o en una orquídea que el trabajo que demanda.

Las cintas tienen diferentes colores. Estos son establecidos internacionalmente. Cada color está determinado para un puesto. Azul, primer premio; rojo, segundo premio; amarillo, tercer premio; verde, cuarto premio, y blanco, quin­to premio.

En las silletas se seleccionan las 10 mejores de cada categoría con un gallardete de color blanco y verde. Con la inscripción de finalista. Las categorías son: tradicional, monumental, emblemática, junior, infantil y comercial. De éstas salen los primeros, segundos, terceros, cuartos y quintos puestos. De los primeros 6 puestos se premia la mejor de todas y se le coloca un gallardete tricolor con la inscripción de “Ganador Absoluto”, que tiene los colores de la bandera de Colombia. Cada silleta va adornada con la bandera de Antioquia.

Para llegar a un ganador, los jurados toman varios puntos para la evaluación. Tienen en cuenta: la distribución, la cantidad de colores, la variedad de especie, la armonía y la frescura, entre otras cosas.

A cada silletero en la actualidad, se le paga la silleta. Se tiene un precio establecido por Fomento y Turismo.

Pero ¿qué silletas vemos año tras año en los desfiles? A través del tiempo, han ido aumentando su creatividad para mostrar las silletas. Tenemos:

Las silletas tradicionales: las cuales tienen una cantidad de manojos amarrados individualmente. El jurado tiene en cuenta la variedad de especies y deben ser flores cultivadas en sus fincas o en las aledañas. Es de elaboración sencilla y tiene desde flores silvestres hasta finas, por lo general de poco tamaño. Su dimensión mínima es de 70 x 70 cm. Las flores no pueden ser pintadas de manera artificial. Sin embargo pueden intercambiar entre vecinos las flores. La estructura es de pino.

Las silletas monumentales: son las grandes que, por lo general, terminan en gladiolos o espigas y pueden tener una gran extensión en su radio (1,50 x 1 m) Casi siempre son ovaladas. Se caracteriza por tener ramilletes enteros. Debe tener como mínimo cuatro variedades de flores diferentes. Su estructura o base es de pino.

Las silletas emblemáticas: son aquellas que tienen un mensaje intrínseco, ya sea cívico o educativo. Por lo general, les dan el tema para que se inspiren en algo básico, que casi siempre tiene que ver con el momento histórico de la ciudad, el país o el mundo. Las flores van pegadas o clavadas, sobre cartón o icopor.

Las silletas comerciales: son las que van al final del desfile y están diseñadas para una empresa en especial. En este caso, las flores pueden ser pintadas de acuerdo con las necesidades del logo. La empresa que desea ser representada, decide cómo va su diseño y qué quiere expresar.